San Agustín decía que cantar a Dios es rezar dos veces y esa es la dedicación mas autentica que los coros de la Parroquia del Sto. Cristo del Calvario hacen con sus canciones en todas las eucaristías y actos religiosos de esta Iglesia siempre activa y entregada a la liturgia y el amor a Dios.
El tiempo pasa y como si fuera ayer, el coro de la familia ha cumplido ocho años, celebrando con canciones los momentos más entrañables de las celebraciones parroquiales. Han querido conmemorarlo con una comida de fraternidad como muestra de acción de gracias; por lo mucho que les concede la Misericordia de Dios a estas voces que ponen alma y corazón en cada canción.
Su lema esta claro, vivir la alegría con Cristo y por Cristo, renovando su repertorio con letras y músicas que despiertan el ritmo en cada miembro de los coros y que laten al son de un estribillo o de una estrofa cargada de mensaje cristiano de fe.
El coro de la familia, el coro rociero y el internacional, asistieron a esta comida de amistad y unión, acompañados de la familia Petri que amenizo la comida y la sobremesa, con la alegría de sentir y vivir el amor de la familia de Nazaret.
No faltaron las palabras llenas de emoción, cuyo portavoz fue Joao haciendo revivir momentos entrañables vividos estos años y recordando la trayectoria recorrida.
El Padre D. Rafael Rodríguez asistió acompañado del siempre entrañable Pedro, el sacristán entregado a todos y todas. Las palabras del párroco fueron de gratitud y motivación, no solo por el importante camino recorrido, sino por el que queda por recorrer, siempre en la fe y devoción de que sus voces fueran un mensaje de amor y paz para todos los feligreses y hermanos de la parroquia, ofreciendo lo mejor de cada uno en el nuevo caminar.
Alegría de cuerpo y alma fue la que se consiguió con los bailes y canciones que todos vivieron, en la intensidad de la mejor y mayor hermandad entregada a Cristo, siempre vivo y pleno de Amor.
Enhorabuena al coro de la familia en el deseo de que durante muchos años más, alegren los corazones de quienes nos reunimos en torno a la mesa de la fraternidad. Una Iglesia que canta siempre unida, pone un fondo de alegría en cada acto o ceremonia.