REGINA COELI— 4-Mayo-2008:
¿Y qué es lo que más necesita el hombre de todos los tiempos, sino esto: una sólida ancla para su vida? He aquí nuevamente el sentido estupendo de la presencia de María en medio de nosotros. Dirigiendo la mirada a ella, como los primeros discípulos, se nos remite inmediatamente a la realidad de Jesús: la Madre remite al Hijo, que ya no está físicamente entre nosotros, sino que nos espera en la casa del Padre. Jesús nos invita a no quedarnos mirando hacia lo alto, sino a estar juntos, unidos en la oración, para invocar el don del Espíritu Santo. En efecto, sólo a quien «nace de lo alto», es decir, del Espíritu Santo, se le abre la entrada en el reino de los cielos (cf. Jn 3,3-5), y la primera «nacida de lo alto» es precisamente la Virgen María. Por tanto, nos dirigimos a ella en la plenitud de la alegría pascual.