La parábola evangélica que acabamos de escuchar (cf., 1-8) contiene una enseñanza importante: «Es preciso orar siempre sin desfallecer» (v. 1). Por lo tanto, no se trata de rezar alguna vez, cuando tengo ganas. No, Jesús dice que hay que «rezar siempre, sin desfallecer». Y presenta el ejemplo de la viuda y del juez.
La parábola termina con una pregunta: «Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?» (v. 8). Y con esta pregunta nos alerta a todos: no debemos renunciar a la oración incluso si no se obtiene respuesta. La oración conserva la fe, sin la oración la fe vacila. Pidamos al Señor una fe que se convierta en oración incesante, perseverante, como la da la viuda de la parábola, una fe que se nutre del deseo de su venida. Y en la oración experimentamos la compasión de Dios, que como un Padre viene al encuentro de sus hijos lleno de amor misericordioso. (Audiencia General, miércoles 25 de mayo de 2016).