—¡Cuántas veces mucha gente finge no ver a los pobres! Para ellos los pobres no existen— ¡Antes le negaba hasta las sobras de su mesa, y ahora querría que le trajese algo para beber! Cree todavía poder alegar derechos por su precedente condición social. Declarando imposible cumplir su petición, Abraham en persona ofrece la clave de todo el relato: él explica que bienes y males han sido distribuidos en modo de compensar la injusticia terrena, y la puerta que separaba en vida al rico del pobre, se transformó en «un gran abismo». Hasta que Lázaro estuvo bajo su casa, para el rico había posibilidad de salvación, abrir la puerta, ayudar a Lázaro, pero ahora que ambos están muertos, la situación se ha vuelto irreparable. Dios no es nunca llamado directamente en causa, pero la parábola advierte claramente: la misericordia de Dios hacia nosotros está relacionada con nuestra misericordia hacia el prójimo; cuando falta esta, también aquella no encuentra espacio en nuestro corazón cerrado, no puede entrar. Si yo no abro de par en par la puerta de mi corazón al pobre, aquella puerta permanece cerrada. También para Dios. Y esto es terrible. (Audiencia General miércoles 18 de Mayo de 2016).