San Alfonso Mª de Ligorio – 1 de Agosto. Nació en 1696 en Marianelli, Italia, hijo de un noble de Nápoles. Era un alumno excelente y a la edad de 16 años había obtenido un doctorado en derecho civil y canónico en la Universidad de Nápoles. Ejerció con éxito durante 8 años, conocido por su elocuencia, hasta que un día cometió un error en un caso muy importante, que fue el punto de inflexión para Alfonso. Se volvió hacia el sacerdocio y fue ordenado con los oratorianos en 1726. Es muy recordado por la creación de la orden de «El Santísimo Redentor» también conocida como los Redentoristas. Lamentablemente fue depuesto y excluido de su propia fundación debido a un documento falsificado. Los siguientes años los pasó en angustia física y mental, sin embargo fue capaz de superar su depresión y antes de su muerte experimentó visiones, milagros y profetizó. Murió en paz en 1787 en Nocera, fue canonizado en 1839 y nombrado Doctor de la Iglesia en 1871 por el Papa Pío IX. Es el patrono de los confesores y teólogos, escribió varias obras influyentes de las cuales la más famosa es su «teología moral».
San Juan Mª Vianney – 4 de Agosto. Nació en 1786 en Dardilly, Francia, hijo de un campesino. Pasó su juventud como pastor en la granja de sus padres, pero desde muy joven sintió la llamada al sacerdocio. A los 20 años comenzó sus estudios de teología, pero por error fue reclutado en el ejército francés, por consiguiente, desertó y reanudó sus estudios en secreto. En 1813 recibió la tonsura y entró en el seminario de Lyon, siendo ordenado en 1815 como uno de los «más devotos.» En 1818 fue nombrado párroco de un pequeño pueblo en Francia, donde fue un predicador brillante y consejero. Muchos viajaban millas por sus consejos, y pasó numerosas horas confesando y llorando por los pecados de los hombres. Con los años su enseñanza se suavizó y predicaba sobre el amor siempre misericordioso de Dios. Murió completamente agotado por su austera vida en 1859. Fue canonizado en 1925 por el Papa Pío XI, que lo declaró patrón de los sacerdotes.
Fiesta de la Transfiguración del Señor – 6 de Agosto. El relato de la transfiguración de Cristo en el Monte Tabor en Galilea aparece en el Nuevo Testamento. Es un momento crucial en la vida de Cristo, en el que revela a sus discípulos la proximidad de su futura muerte y el sufrimiento. La transfiguración es un signo de esperanza futura, en ella Jesús revela su verdadero ser, detrás de la imagen de este hombre gentil humilde de ropa sencilla se esconde un glorioso Rey. Tomás de Aquino considera la transfiguración el «milagro más grande», y S. Juan Pablo II la introdujo en los misterios luminosos del Santo Rosario. Igual que en el bautismo de Jesús la voz de Dios se escuchó desde arriba, reconociendo a Cristo como su Hijo, y el Espíritu Santo descendió sobre Él; en la transfiguración, cuando Jesús está acompañado por sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, el cuerpo de Cristo brilla bajo una luz deslumbrante transformado a su gloria futura. Los profetas Elías y Moisés aparecen a su lado, pero es Jesús la conexión entre el cielo y la tierra la forma de realización de la vida eterna.